jueves, 21 de abril de 2022

Un país de cerdos

 Hace unos meses, el no especialmente brillante ministro de Consumo, Alberto Garzón, hizo unas declaraciones vinculando la producción de carne de cerdo y el cambio climático. Razonable, el contenido era razonable. Pero para qué más. En una autonomía, la presidencia puede ser sospechosa de haber dado trato de favor a sus familiares en la contratación pública, y no pasa gran cosa. Pero un ministro del Gobierno de España dice algo razonable y se lía. La solución al problema planteado por el nada brillante Garzón, la proporciona el preferido de los dioses, el presidente Sánchez con su imbatible chuletón al punto. Quizás el chuletón al punto sea el truco para sobrevivir a su partido, enterrar políticamente a dos líderes de la oposición, sobrevivir a un volcán, a una nevada histórica, a una pandemia, a la inflación galopante… Probablemente, no. Comer carne probablemente no sea sano.

La cosa es que en España hay más cerdos que personas. Quizás haya que ir pensando en cambiarle el nombre al país. A los fenicios les sorprendió la abundancia de conejos que encontraron al llegar a la península. Por eso la llamaron i-shepham-im, tierra de conejos. De ahí procede la denominación romana, Hispania. Se abre el concurso de ideas para cambiarle el nombre a la nación.

Nada que temer tienen los productores, los dueños de las macrogranjas. Como hemos visto las declaraciones de Garzón, el hombre gris, se quedaron en eso unas declaraciones a The Guardian, cuyos redactores se quedarían sorprendidos de lo razonables que son algunos ministros de España. Ni cambios legislativos, ni cambios fiscales que graven la actividad, nada de nada.

Pero el sector no tiene especial futuro. La alimentación de los cerdos depende de la soja y el maíz. En España se produce maíz, pero no en cantidad suficiente para satisfacer las necesidades del sector cárnico. Y soja, nada de nada. La posibilidad de lograr la soberanía en la producción de protooleaginosas fue boicoteada por los productores de piensos con la connivencia de las administraciones públicas. En cambio, en Argentina se produce soja, mucha. Y maíz, mucho. Chinos y argentinos han firmado un acuerdo, de manera que capital chino financiará la construcción de 25 macrogranjas, que suministrarían al mercado chino 900.000 toneladas de carne en cuatro años. En cinco o seis años, el número de cerdos en Argentina pasará de 6 a 100 millones. Quizás los productores españoles, que ahora mismo son los principales proveedores del mercado chino, no aguanten esta competencia.

Por otro lado, el volumen de purines generados con este modelo de producción es ecológicamente insostenible. Los nitratos de los purines contaminan los niveles freáticos, haciendo que el agua no sea potable en numerosos pueblos en los que hay macrogranjas. Por no hablar de los olores.

La baja calidad de este tipo de carne y la pérdida de biodiversidad que ha supuesto la implantación de este modelo (se han perdido todas las razas autóctonas, salvo la ibérica) son otras consecuencias.

Comer poca carne, de calidad, de animales criados de manera sostenible, en una dehesa extremeña, por ejemplo. Bon appetit.   

PS. De los cerdos no te puedes fiar: