miércoles, 31 de agosto de 2022

La parroquia de los líos

 Florián Lario era un sacerdote católico, en su momento párroco de San Juan de Ávila, en Usera. Falleció hace unos días.  La verdad es que yo no tuve contacto con él, salvo un día en una reunión en la que le vi hacer una cerrada defensa del progreso científico y tecnológico. En ese momento pensé en lo buen abogado defensor de Galileo que hubiera sido ese señor mayor de maneras afables. Galileo habría salido absuelto, sin duda.

Tiempo después, por motivos laborales, tuve que pasar una mañana con otro sacerdote. Cuando desayunábamos, más por conversar que por interés, el sacerdote me preguntó que donde vivía. Decirle que vivía en Zofío, en Usera, no le aclaró mucho, pero cuando le dije que cerca de la parroquia de San Juan de Ávila, levantó la vista de la taza de café y dijo "vaya, la parroquia de los líos". Resultó que el sacerdote era paisano de Florián. Me contó los intentos de agresión por parte de los Guerrilleros de Cristo Rey, el incendio del coche del coadjutor, el atentado contra el centro juvenil de la parroquia... Lo contaba con un tono aséptico, como el que un entomólogo usa al hablar de los élitros de los coleópteros. Terminó el relato, apuró el café y volvió a repetir "la parroquia de los líos".

Cuando llegué a casa hice la correspondiente búsqueda en Internet. Encontré una noticia en El País, sobre el atentado contra el centro juvenil y en el que se recogen declaraciones de Eusebio Castillo, el sacerdote coadjutor de la parroquia. Este verano, en el segundo volumen que la editorial La Catarata ha dedicado a relatos sobre la historia de Comisiones Obreras, se recoge este episodio de la "parroquia de los líos", en un capítulo titulado El eco de su voz, de Daniel Bernabé. Habla Eugenio Castillo, cura coadjutor de la parroquia:

"Los atentados comenzaron en el barrio cuando nos ocupamos nosotros de la parroquia: nos han amenazado por teléfono y por escrito. Hace un año dieron una paliza y amenazaron con una pistola al párroco de la parroquia de la Virgen de la Fuensanta, con la que trabajamos; después, golpearon a Florián Lorio, párroco de nuestra iglesia; hace mes y medio quemaron el Seat 850 de mi propiedad y vinieron cuatro personas a buscarme a casa, por esta razón tuve que marcharme unos días fuera de Madrid y lo último que han hecho fue quemar un Simca 1200 de un miembro de nuestra comunidad católica”.



Para hacernos una idea del nivel de peligro, baste decir que uno de los implicados en las agresiones contra la comunidad parroquial era Leocadio Jiménez, la persona que suministró las armas con las que se cometió el atentado contra el despacho de abogados laboralistas y asesores de las asociaciones de vecinos que el PCE tenía en la calle de Atocha. Bernabé retrata a Jiménez de la siguiente manera:

"Uno de esos renuentes se llama Leocadio Jiménez y, si alguien le pregunta, lo dice sin ningún sonrojo: yo soy nazi. Delgado, de cara, más que de facciones marcadas, cadavérica. Bigote y gafas negras. Un ex divisionario [de la División Azul, se entiende] que ve que el barrio se le está llenando de rojos y de gentuza. Un tipo que se pase con la camisa azul mahón y si alguien le tose no duda en enseñar la pistola, con una calavera en la empuñadura. Es uno de los que ha metido fuego a los coches de los curas y, con otros camaradas, ha puesto dos bombas que han reventado la parroquia, a la que antes, antes de que llegaran los nuevos curas, él y gente como él eran devotos. Un tipo sin mayor oficio que el de la muerte, uno que sabe apretar el gatillo, uno que siempre cumple órdenes".

Supongo a Leocadio Jiménez no le gustaban las homilías de Florián. Tampoco las de Eugenio. Ni que los sacerdotes implementaran en la parroquia los cambios auspiciados por el Concilio Vaticano II. Supongo que tampoco el hecho de que los curas abrieron la parroquia a las asambleas de los obreros del sector del metal en huelga (finales de 1975, comienzos de 1976). Supongo que a Leocadio le gustaban los curas que no se metían en política.

Cuando el sacerdote con el que desayunaba aquella mañana repitió aquello de “la parroquia de los líos” me hubiera gustado responderle aquello de bienaventurados los perseguidos por causa de la Justicia (Mt 5, 10-12). Pero invitaba él y para qué meterse en filípicas.

Que la tierra te sea leve, Florián.