Florián Lario era un sacerdote católico, en su momento párroco de San Juan de Ávila, en Usera. Falleció hace unos días. La verdad es que yo no tuve contacto con él, salvo un día en una reunión en la que le vi hacer una cerrada defensa del progreso científico y tecnológico. En ese momento pensé en lo buen abogado defensor de Galileo que hubiera sido ese señor mayor de maneras afables. Galileo habría salido absuelto, sin duda.
Tiempo después, por motivos laborales,
tuve que pasar una mañana con otro sacerdote. Cuando desayunábamos, más por
conversar que por interés, el sacerdote me preguntó que donde vivía. Decirle
que vivía en Zofío, en Usera, no le aclaró mucho, pero cuando le dije que cerca
de la parroquia de San Juan de Ávila, levantó la vista de la taza de café y
dijo "vaya, la parroquia de los líos". Resultó que el sacerdote era
paisano de Florián. Me contó los intentos de agresión por parte de los
Guerrilleros de Cristo Rey, el incendio del coche del coadjutor, el atentado
contra el centro juvenil de la parroquia... Lo contaba con un tono aséptico,
como el que un entomólogo usa al hablar de los élitros de los coleópteros.
Terminó el relato, apuró el café y volvió a repetir "la parroquia de los
líos".
Cuando llegué a casa hice la
correspondiente búsqueda en Internet. Encontré una noticia en El País, sobre el atentado contra el centro
juvenil y en el que se recogen declaraciones de Eusebio Castillo, el sacerdote
coadjutor de la parroquia. Este verano, en el segundo volumen que la editorial
La Catarata ha dedicado a relatos sobre la historia de Comisiones Obreras, se
recoge este episodio de la "parroquia de los líos", en un capítulo
titulado El eco de su voz, de Daniel Bernabé. Habla Eugenio Castillo, cura coadjutor de la parroquia:
"Los atentados comenzaron en el
barrio cuando nos ocupamos nosotros de la parroquia: nos han amenazado por
teléfono y por escrito. Hace un año dieron una paliza y amenazaron con una
pistola al párroco de la parroquia de la Virgen de la Fuensanta, con la que
trabajamos; después, golpearon a Florián Lorio, párroco de nuestra iglesia;
hace mes y medio quemaron el Seat 850 de mi propiedad y vinieron cuatro
personas a buscarme a casa, por esta razón tuve que marcharme unos días fuera
de Madrid y lo último que han hecho fue quemar un Simca 1200 de un miembro de
nuestra comunidad católica”.
Para hacernos una idea del nivel de
peligro, baste decir que uno de los implicados en las agresiones contra la
comunidad parroquial era Leocadio Jiménez, la persona que suministró las armas
con las que se cometió el atentado contra el despacho de abogados laboralistas
y asesores de las asociaciones de vecinos que el PCE tenía en la calle de
Atocha. Bernabé retrata a Jiménez de la siguiente manera:
"Uno de esos renuentes se llama
Leocadio Jiménez y, si alguien le pregunta, lo dice sin ningún sonrojo: yo soy
nazi. Delgado, de cara, más que de facciones marcadas, cadavérica. Bigote y
gafas negras. Un ex divisionario [de la División Azul, se entiende] que ve que
el barrio se le está llenando de rojos y de gentuza. Un tipo que se pase con la
camisa azul mahón y si alguien le tose no duda en enseñar la pistola, con una
calavera en la empuñadura. Es uno de los que ha metido fuego a los coches de los
curas y, con otros camaradas, ha puesto dos bombas que han reventado la
parroquia, a la que antes, antes de que llegaran los nuevos curas, él y gente
como él eran devotos. Un tipo sin mayor oficio que el de la muerte, uno que
sabe apretar el gatillo, uno que siempre cumple órdenes".
Supongo a Leocadio Jiménez no le gustaban
las homilías de Florián. Tampoco las de Eugenio. Ni que los sacerdotes
implementaran en la parroquia los cambios auspiciados por el Concilio Vaticano
II. Supongo que tampoco el hecho de que los curas abrieron la parroquia a las
asambleas de los obreros del sector del metal en huelga (finales de 1975,
comienzos de 1976). Supongo que a Leocadio le gustaban los curas que no se
metían en política.
Cuando el sacerdote con el que desayunaba
aquella mañana repitió aquello de “la parroquia de los líos” me hubiera gustado
responderle aquello de bienaventurados los perseguidos por causa de la Justicia
(Mt 5, 10-12). Pero invitaba él y para qué meterse en filípicas.
Que la tierra te sea leve, Florián.
Años negros. Envalentonada y/o aterrada la extrema derecha veía cómo brotaban los espacios de libertad y de pensamiento crítico acallados durante la dictadura.
ResponderEliminarRespuesta: odio y violencia. En nuestras calles asesinan a Yolanda González, a Arturo Pajuelo...
Dramas ocultados en pos de una "reconciliación" perversa.
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Terrorismo_tardofranquista