sábado, 22 de febrero de 2025

La receta húngara

Pues no, no vamos a hablar del goulash. Si alguien quiere preparar este plato húngaro, pues aquí tiene un vídeo que, en mi opinión, lo explica muy bien:


La receta que vamos a explicar es cómo lograr cubrir las necesidades del factor trabajo o mano de obra, sin permitir que lleguen inmigrantes a tu país. La receta húngara, alternativa a la receta Trump.

Recordemos la receta Trump: expulso a un número no significativo de inmigrantes "ilegales", con gran cobertura mediática, de manera que disciplino al resto de inmigrantes ilegales y mantenemos, por ejemplo, los salarios bajos; al mismo tiempo, utilizo a esos inmigrantes ilegales a manera de enemigo interior, como los judíos en la Alemania de los años 30 o los mineros ingleses en la era Thatcher; un enemigo interior al que echarle la culpa de todo, hasta de la muerte de Manolete, y le ofrecemos una cabeza de turco a la clase trabajadora nativa, impidiendo la convergencia de ambos sectores de la clase trabajadora. Tampoco la clase obrera sale beneficiada, porque al existir un contingente de mano de obra barata, se contienen los salarios y los derechos laborales de los nativos, al tiempo que los servicios públicos que usan ambos grupos de trabajadoras se degradan por "culpa" de los inmigrantes. Resultado: clase obrera dominada, menores costes laborales, menor conflictividad. 

Para entender la receta húngara hay que tener en cuenta dos hechos previos. Por un lado, la persistente crisis demográfica de Hungría los años 80 del siglo XX, acentuada desde la caída del bloque soviético. Y por otro lado, que Hungría lleva unos cuántos años presidida por un señor llamado Viktor Orban, ultraderechista y con una no demasiado oculta relación con Putin. 

Para conocer quién es Orban y qué piensa, más que hacer aquí un resumen, proponemos el siguiente vídeo, que en siete afirmaciones de este personaje queda todo claro:


Si, ese es Orban. No hace falta decir más. Pasamos a la demografía.

Desde los años 80 del siglo XX, Hungría pierde población. Tendencia que se agravó con la caído del bloque soviético.  Pues resulta que la Unión Soviética y su bloque eran el infierno y todo era miseria y represión. O quizás no del todo. Porque una vez caído el socialismo real, también cayó su sistema sanitario y se incrementaron y mucho las desigualdades sociales y la pobreza. Como dijo un jesuita que vivía en Moscú desde los años 70, en la URSS la gente era pobre, pero era un pobreza digna. Después la gente simplemente fue pobre. 

La consecuencia demográfica fue la caída de la esperanza de vida y el propio tamaño de la población en los países del la esfera soviética. Fenómenos especialmente intensos en Hungría.

¿Qué hacer para acabar con esto? La primera idea, bastante peregrina, fue la extender la ciudadanía húngara a todos aquellos húngaros que residían en el exterior. Minoría húngara había, por ejemplo, en Rumanía. Pues nada, se les concede a los rumanos de la minoría húngara la ciudadanía y emigrarían ipso facto a Hungría. Claro, te dan el pasaporte húngaro y dejas tu trabajo, tu casa, tus relaciones y las demás cosas que hacen que una persona esté integrada en su comunidad, para irse a un país del que lo único que conoces es, el mejor de los casos, la lengua. Obviamente no funcionó.

La segunda idea fue poner a las mujeres a parir, literalmente. El gobierno húngaro aprobó una serie de medidas de fomento de la natalidad. 

No deja de ser curiosa la obsesión de las dictaduras fascistas con la procreación y el papel de la mujer en la sociedad. Los nazis tenían claro cuál era el lugar de las mujeres: "Kinder, Küche, Kirche". Niños, iglesia y cocina. En este vídeo vemos al entrañable generalísimo Franco otorgando los premios a la natalidad. También este vídeo se comenta solo: 

 



Por el motivo que sea, las húngaras no se tomaron demasiado en serio las no demasiadas generosas ayudas a la natalidad. 

¿Qué nos queda? Abaratar los costes salariales. Hacer que los y las trabajadoras húngaras trabajen más barato. En 2018, el parlamento húngaro, en el que dos tercios de los diputados son del partido de Orban (esto también se comenta solo) aprobó una norma por la que las empresas pueden hacer trabajar a sus empleados 400 horas extras anuales, a la fuerza, y que la empresa puede pagar hasta tres años después de haberlas trabajado. Imagínense la de formas que hay de no tener que pagarlas: desde un despido hasta que el trabajador se marche de la empresa. Esta es la receta húngara. 

O inmigrantes en situación irregular sin derechos laborales o trabajar gratis. Un menú con pocos platos. 


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