domingo, 18 de mayo de 2025

Bar Parrondo: en el borde del abismo

Hará cosa de cuatro años, formando parte de un equipo de vecinos de Usera, me presenté a un premio de investigación social organizado por la Fundación Foessa. Presentamos un trabajo sobre la gentrificación en el distrito de Usera. Comenzaba el estudio con un cita de Federico Engels, que fue el primero que describió un proceso de gentrificación en un libro dedicado al problema de la vivienda. Obviamente no ganamos. No por la cita de Engels, sino porque el nivel del premio es alto. 

Otro día le dedicaremos un espacio a la gentrificación, a su definición, proceso e indicadores. Hoy sólo vamos a hablar de un indicador: la hostelería. Si en una zona los bares tradicionales desaparecen, y se convierten en bares de diseño o bares con pretensión de ser tradicionales, alerta porque puede estar uste en una zona gentrificada. Esto de los bares con pretensión de ser tradicionales lo explican muy bien los chicos de Pantomima Full:



En poco menos de dos minutos tenemos un estudio sociológico sobre hábitos de consumos de un grupo social: la pseudoclase media cuasi ilustrada madrileña: los que no pueden pagar una hipoteca, ni se afiliarían a un sindicato, pero que en cuanto pueden se meten en un avión con un pasaje low cost camino de Berlín o Quito y pagan 2,50 euros por una gilda, porque "saben" y no buscan el "postureo" sino lo "auténtico". Un paseo por el barrio de la Letras (otro invento) y  el vídeo de Pantomina Full y ya no se precisa más explicación sobre la gentrificación. 

Dos euros con cincuenta por una gilda, también conocida como banderilla: gentrificación lograda. Ensartas en un palillo varios encurtidos y un salazón y ya tienes una gilda y un negocio redondo: entre el precio de producción y el de venta pueden mediar dos euros con cuarenta, o con treinta si consideras sueldos e impuestos (contengo la carcajada sobre los sueldos y los impuestos). Para que semejante estafa cuele, hay que crear clientela. El trabajo, en sentido gramsciano, lo pueden hacer los gurús de la sección gastronómica de un medio de comunicación importante. A los de El País se le da bien. Una búsqueda en Google y tienes artículos publicados por este medio sobre esta materia (mínima): un aperitivo castizo cargado de modernidad. Este medio le ha dedicado a la banderilla varios artículos entre 2018 y 2024. No se explica como algo tan elemental como una gilda da para tando, salvo por pereza de los redactores.

En conclusión, cuando te cobran 2,5 euros por lo que antes de ponían de tapa con una caña, sabes que estás en un barrio gentrificado. 

En la calle Santa Isabel, junto a la plaza de Antón Martín, hay un bar, El Parrondo, que podría ser uno de esos bares de viejos moderno que describen en su vídeo los cómicos de Pantomina Full. Y podría ser así, si sólo miras la carta: hamburguesas, falafel, hummus... Pero el hecho de que sea evidente que la última inversión en la decoración del local se debió hacer en la época de Naranjito, allá por el principio de los años 80; el tipo de música, del jazz al heavy; que no tengan redes sociales; la apariencia de la camarera, amable pero sin excesos postmodernos, que te dice un "salud" rotundo cuando te sirve la bebida, que acompañado de un "camarada", formando un "salud camarada", nos retrotraería de nuevo a los primeros 80; y sobre todo, los precios razonables, nos llevan a pensar que se trata de otra cosa: de una rara avis apoyada al borde del abismo turistificado, gentrificado o ambas cosas que es el barrio de las Letras y que será Lavapiés. 

Así pues, me permito dos recomendaciones. La primera: visiten el bar Parrondo y, puesto a pedir, pidan lomo a la sal, que va acompañado de una salsa hecha con mayonesa y ajo negro resultona. 


 

La segunda sugerencia es que aprendan a encurtir y ahórrense el timo de la gilda a 2,50. Es sencillo. Les dejo un vídeo ilustrativo:






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