jueves, 17 de septiembre de 2020

Sudáfrica, Gaza, Usera

 

Empecemos con la bantustanes. A los blancos (más bien rositas) sudafricanos les estorbaban los sudafricanos negros (claramente marrones). Entre las cosas que incluía el sistema del apartheid estuvo la creación de los bantustanes. Un bantustán no era más que un territorio en el que se confinaba a una población negra (léase marrón) étnicamente homogénea (zulú, herero, nama…). Se metía allí a estas personas, se les daba formalmente la independencia o una cierta autonomía, se les retiraba la ciudadanía sudafricana a sus habitantes y se tiraba la llave de la valla que rodeaba el bantustán: y los sudafricanos blancos eran felices porque así serían más numerosos que los sudafricanos negros. Claro está que los veinte bantustanes no se ubicaron en la zonas industriales, mineras o agrícolas más prosperas de Sudáfrica.

Este sistema generó un problema. Porque al final alguien cayó en la cuenta de que si metías a los negros  en un bantustán lejos de las ciudades, las fábricas, las minas y los campos, ¿quién limpiaría, apretaría tornillos en las cadenas de montaje, extraería diamantes o recogería las cosechas? Y es que a los sudafricanos blancos, estos trabajaos se les antojaban pesados y mal pagados.

La solución a este problema la encontraron unos amigos de los sudafricanos blancos: los israelíes. A nadie se le ocultaba que los racistas sudafricanos blancos  compartían con los israelíes (semitas judíos) una situación demográfica y unos intereses comunes. Por un lado, tanto los sudafricanos blancos  como los israelíes (semitas judíos) eran menos numerosos que sus enemigos los sudafricanos negros y los palestinos (semitas musulmanes). Además, ambos tenían regímenes hostiles en sus fronteras: los regímenes comunistas de Angola y Mozambique, que hacían frontera con Sudáfrica; Egipto, Siria y Jordania en el de Israel. Ambas situaciones desembocaron en un intenso interés por las armas nucleares y por la seguridad y el control de masas. Los hiperracistas sudafricanos  blancos  extrañamente se hicieron amigos de los hiperracistas israelíes y como los israelíes  no tenían sitio en su pequeño país para hacer ensayos nucleares, los sudafricanos blancos les cedían el terreno a cambio de conocimientos. Lo contaba Noam Chomsky y si lo dice él es verdad. Relativismos los justos.

¿Cómo resolvieron los israelíes el problema de confinar a los palestinos al tiempo que no se dañara la economía? Pues el sistema de confinamiento igual, pero sin llevarte a los palestinos muy lejos. A base de dividir el territorio palestino en fragmentos aislados, rodeados de asentamientos israelíes, de destruir casas y arrasar cultivos, los palestinos fueron concentrados en Gaza y en un archipiélago de islitas palestinas rodeadas de territorio israelí en Cisjordania. A continuación se construye un muro como el de Gaza y unos checkpoints por los que los palestinos que quieran trabajar en Israel han de entrar y salir. Se logra así lo que lo quería un alcalde de El Ejido: a las 7 de la mañana todos los moros en los invernaderos, a las 7 de la tarde ni uno en el pueblo.

Así se tiene una mano de obra disciplinada, a la que no hay que educar ni sanar, de cuya vivienda no hay que preocuparse.

Y llegamos a Usera, Carabanchel, Vallecas, Villaverde…

Exagerado comparar los bantustanes o Gaza con los distritos del sur. Pues sí, pero hoy me he acordado de un fragmento de un libro de Paul Preston,  El Holocausto español. El hispanista inglés dedica esta obra a la represión en ambos bandos de la Guerra Civil Española. Decir que es ecuánime es poco.Es la encarnación de la ecuanimidad y el rigor histórico.

El caso es que Preston explica la brutal represión de los militares africanistas en Andalucía, Extremadura y La Mancha de una manera que no me esperaba: racismo. Lo que sienten los militares africanistas y los latifundistas que vivían en Madrid lejos de sus propiedades meridionales, hacia jornaleros y los obreros era el mismo desprecio racial que sentían por los rifeños contra los que lucharon en Marruecos. Por eso exterminaron a unos y otros con la misma salvaje violencia.

Hace tiempo que la cohesión social en España hace aguas. Comparar Zululandia o Gaza con Usera es una exageración provocativa. Pero quizás esta situación que estamos viviendo nos plantee una inquietante pregunta: ¿qué sienten las élites económicas y sociales hacia el pueblo español?

Filmin, lectura abundante, la bodega llena: preparado para el confinanmiento del Sur. 


 

lunes, 14 de septiembre de 2020

Otro aspecto de la brecha de género

La relación de mujeres y hombres con el empleo no es simétrica. Por todos son conocidos conceptos como el techo de cristal (la dificultad o imposibilidad de las mujeres para llegar a los puestos más altos en las empresas) o la brecha salarial (el salario medio de una mujer es inferior al de un hombre). Por otro lado, las mujeres viven una situación de doble jornada, la laboral y la de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. Hay profesiones, que todos tenemos en mente, que están claramente feminizadas, siendo ocupaciones en las que las condiciones laborales son peores que aquellas que presentan un equilibrio entre el número de hombre y mujeres y aquellas otras en las que predominan los hombres. Todos estos hechos los agrupamos bajo la denominación de brecha de género.

Si nos fijamos en la Estadística de Flujos de la Población Activa (EFPA), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), descubriremos una nueva faz de este fenómeno social. La EFTA estudia a lo largo del tiempo la relación con el empleo de determinados colectivos de personas (mujeres, jóvenes, mayores de 45 años…), midiendo los flujos de entrada y salida del mercado laboral.

La EFPA tiene carácter trimestral, y hay resultados de la EFTA después del verano. Esto nos lleva a preguntarnos si el verano afecta al empleo femenino, y más uno como el actual sin campamentos ni colonias que ayuden a conciliar. La respuesta es que el verano tiene una incidencia sobre el empleo femenino y esta es negativa: entre los años 2010 y 2019 un promedio de 325.730 mujeres dejaban de trabajar en verano, frente a los 220.260 hombres que seguían el mismo camino. De estas mujeres, el 35.5% dejaban el empleo por razones relacionadas con el cuidado de menores, frente al 9.5% de los varones.

Este hecho supone una solución ineficaz para la resolución del problema de la conciliación de la vida familiar y laboral. En primer lugar porque haciendo una comparación estadística, las mujeres que dejan de trabajar en verano tienen un bagaje formativo y experiencial mayor que los hombres en la misma situación. En segundo lugar, porque supone la ruptura de la trayectoria laboral de la mujer, ruptura difícilmente superable y con consecuencias muy negativas en su futuro salario real y potencial, así como en las prestaciones de jubilación. 

Luego hay quien niega la existencia de la brecha de género. No os enfadéis, mandadles esta entrada.

Os dejo un vídeo del INE en el que se explica qué es la población activa y algún concepto conexo.

 

PS. Si alguien sufre de insomnio y quiere conciliar el sueño, le aconsejo que lea este documento del INE sobre la EFPA: https://bit.ly/2Rtg3aR  Es broma, es la mar de interesante. 

 

domingo, 6 de septiembre de 2020

El ascensor social

Los sistemas políticos, para sustentarse, precisan de un mínimo más o menos elevado de adhesión o, al menos, de no beligerancia por parte de las personas sujetas a ellos. Franco se murió en una cama de La Paz, porque su régimen gozaba de predicamento entre un número nada desdeñable de  españoles, a los que había proporcionado bienestar material. Alguien tan poco sospechoso de aquiescencia con el franquismo como el historiador Ángel Viñas así lo explica.  No todos los españoles eran como mi vecino Pepe el Ruso, en cuyo DNI figuraba en rojo un desafecto al Régimen que no dejaba lugar a dudas, y que a él llenaba de orgullo.

Pero los sistemas políticos también han de dotarse de un legitimidad, para ganar la adhesión de sus ciudadanos (aunque está palabra es inadecuada referida a algunos sistemas políticos). Así, el régimen de Franco, como afirma una moneda de 25 pesetas que guardo, era cosa de Dios. La legitimidad era otorgada, no por el pueblo, no por una asamblea representativa ni aun de notables. Franco era lo que era por gracia (o por una gracia) de Dios.  

De la misma manera, Alfonso XII que llegó al trono de España gracias a la acción nada discreta de militares como Pavía, decía de sí mismo, como queda recogido en un duro de plata que guardan mis padres, que era rey constitucional de España. El primer capítulo de Un pueblo traicionado, de Paul Preston (publicado por Crítica, 2019) es bastante esclarecedor sobre la calidad democrática de sistema nacido de la Restauración borbónica en 1876.

Las democracias liberales sustentan su legitimidad sobre otras premisas tan dudosamente ciertas como el origen divino del régimen franquista o el constitucionalismo de Alfonso XII. El libre mercado y sus dogmas (ya dedicaremos una entrada a los axiomas del modelo económico liberal), la bondad del parlamentarismo, la separación (real o supuesta) de poderes… y la posibilidad del ascenso social. Películas americanas sobre el american dream las hay a espuertas: el protagonista que, gracias a su esfuerzo y su talento, superando todo tipo de dificultades, triunfa. Puedes nacer en una familia humilde, pero si te esfuerzas y haces lo correcto, puedes acabar siendo Bill Gates, por ejemplo.

En Cocktail, protagonizada por Tom Cruise, el sueño americano lo protagonizaba un camarero... que cambia de planes cuando se enamora.


Claro que esto no es cierto. Lo sabemos todos. Pero siempre queda más elegante (¿pedante?) si hemos leído un artículo académico al respecto, que demuestra, a ser posible con herramientas casi incuestionables como las estadísticas, que el ascensor social no funciona, si es que alguna vez existió.

Recogemos dos. El primero se refiere a la ciudad de Florencia, y estudia la movilidad social a largo plazo. Tan largo plazo que el estudio abarca el período comprendido entre 1427 y 2011. Usando técnicas estadísticas, Barone y Mocetti se percatan de que los apellidos de los que eran alguien en Florencia en 1427 son los mismos que los que eran alguien en 2011.

A modo de coña, si alguien ha visto la tercera parte de Hannibal, recordará de Hannibal Lecter asesina a un commendatore de la policía que le ha descubierto, Reinaldo Pazzi. Antes de destriplarlo y ahorcarlo, Lecter ilustra al alto cargo policial con un relato sobre la ejecución de  Franscisco Pazzi en 1478, un banquero que se opuso a Lorenzo de Médicis.


Otro estudio, esta vez referido a Inglaterra entre 1170-2012, pone de manifiesto que la tasa de movilidad social en una sociedad puede estimarse a partir de dos únicas variables: la distribución general de apellidos en la sociedad y la distribución de apellidos en una élite o subclase. Este estudio estima que la correlación entre estatus social derivado del nivel educativo presenta una correlación de entre 0.7 y 0.9 entre padres e hijos. Los autores lo resumen muy gráficamente: “El estatus social se hereda con más frecuencia incluso que la altura […] Esta correlación no ha cambiado durante siglos. La movilidad social en Inglaterra en 2012 fue poco mayor que en tiempos preindustriales. Por lo tanto, hay indicios de una física social subyacente sorprendentemente inmune a la intervención del gobierno” (Clark y Cummings, 2014).

 

Referencias

Barone, G. y Mocetti, S. (2016). Intergenerational mobility in the very long run: Florence 1427-2011. Temi di discussion, nº 1060. Banca de Italia. Recuperado el 1 de junio de 2020 desde https://bit.ly/3eSsua6

Clark, G. y Cumming Neil J. (2014) Surnames and Social Mobility in England, 1170–2012. Human Nature · November 2014. Recuperado el 1 de junio de 2020 desde https://bit.ly/2ZrkqXv