Empecemos con la bantustanes. A los blancos (más bien rositas) sudafricanos les estorbaban los sudafricanos negros (claramente marrones). Entre las cosas que incluía el sistema del apartheid estuvo la creación de los bantustanes. Un bantustán no era más que un territorio en el que se confinaba a una población negra (léase marrón) étnicamente homogénea (zulú, herero, nama…). Se metía allí a estas personas, se les daba formalmente la independencia o una cierta autonomía, se les retiraba la ciudadanía sudafricana a sus habitantes y se tiraba la llave de la valla que rodeaba el bantustán: y los sudafricanos blancos eran felices porque así serían más numerosos que los sudafricanos negros. Claro está que los veinte bantustanes no se ubicaron en la zonas industriales, mineras o agrícolas más prosperas de Sudáfrica.
Este sistema generó un problema. Porque al final alguien cayó en la cuenta de que si metías a los negros en un bantustán lejos de las ciudades, las fábricas, las minas y los campos, ¿quién limpiaría, apretaría tornillos en las cadenas de montaje, extraería diamantes o recogería las cosechas? Y es que a los sudafricanos blancos, estos trabajaos se les antojaban pesados y mal pagados.
La solución a este problema la encontraron unos amigos de los sudafricanos blancos: los israelíes. A nadie se le ocultaba que los racistas sudafricanos blancos compartían con los israelíes (semitas judíos) una situación demográfica y unos intereses comunes. Por un lado, tanto los sudafricanos blancos como los israelíes (semitas judíos) eran menos numerosos que sus enemigos los sudafricanos negros y los palestinos (semitas musulmanes). Además, ambos tenían regímenes hostiles en sus fronteras: los regímenes comunistas de Angola y Mozambique, que hacían frontera con Sudáfrica; Egipto, Siria y Jordania en el de Israel. Ambas situaciones desembocaron en un intenso interés por las armas nucleares y por la seguridad y el control de masas. Los hiperracistas sudafricanos blancos extrañamente se hicieron amigos de los hiperracistas israelíes y como los israelíes no tenían sitio en su pequeño país para hacer ensayos nucleares, los sudafricanos blancos les cedían el terreno a cambio de conocimientos. Lo contaba Noam Chomsky y si lo dice él es verdad. Relativismos los justos.
¿Cómo resolvieron los israelíes el problema de confinar a los palestinos al tiempo que no se dañara la economía? Pues el sistema de confinamiento igual, pero sin llevarte a los palestinos muy lejos. A base de dividir el territorio palestino en fragmentos aislados, rodeados de asentamientos israelíes, de destruir casas y arrasar cultivos, los palestinos fueron concentrados en Gaza y en un archipiélago de islitas palestinas rodeadas de territorio israelí en Cisjordania. A continuación se construye un muro como el de Gaza y unos checkpoints por los que los palestinos que quieran trabajar en Israel han de entrar y salir. Se logra así lo que lo quería un alcalde de El Ejido: a las 7 de la mañana todos los moros en los invernaderos, a las 7 de la tarde ni uno en el pueblo.
Así se tiene una mano de obra disciplinada, a la que no hay que educar ni sanar, de cuya vivienda no hay que preocuparse.
Y llegamos a Usera, Carabanchel, Vallecas, Villaverde…
Exagerado comparar los
bantustanes o Gaza con los distritos del sur. Pues sí, pero hoy me he acordado
de un fragmento de un libro de Paul Preston, El Holocausto español. El hispanista inglés dedica esta obra a la
represión en ambos bandos de la Guerra Civil Española. Decir que es ecuánime es
poco.Es la encarnación de la ecuanimidad y el rigor histórico.
El caso es que Preston explica la
brutal represión de los militares africanistas en Andalucía, Extremadura y La
Mancha de una manera que no me esperaba: racismo. Lo que sienten los militares
africanistas y los latifundistas que vivían en Madrid lejos de sus
propiedades meridionales, hacia jornaleros y los obreros era el mismo desprecio racial que
sentían por los rifeños contra los que lucharon en Marruecos. Por eso exterminaron a unos y otros con la misma salvaje violencia.
Hace tiempo que la cohesión social en España hace aguas. Comparar Zululandia o Gaza con Usera es una exageración provocativa. Pero quizás esta situación que estamos viviendo nos plantee una inquietante pregunta: ¿qué sienten las élites económicas y sociales hacia el pueblo español?
Filmin, lectura abundante, la bodega llena: preparado para el confinanmiento del Sur.
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