A peste, fame et bello, libera nos Domine,
decían en la Edad Media. De la peste, el hambre y la guerra, líbranos Señor. La
peste y la guerra ya están entre nosotros, los europeos occidentales. Porque
para una para una parte importante de la población mundial, son una constante.
Llega el
hambre. Rusia y Ucrania son dos grandes productores de trigo, en guerra. Y en
el sistema-mundo, lo que afecte a una parte del sistema afectará a todo el
sistema. Como la especialización de Ucrania es la producción de grano, trigo y
girasol, la guerra tiene como resultado un golpe a la (in)seguridad alimentaria mundial.
Ucrania tiene
unos suelos negros muy feraces: con 41,5 millones de hectáreas, exporta el 75%
de su producción. Además, puso nuevas tierras en explotación, para poder
exportar más al Magreb y a Oriente Próximo, sin que afectara al consumo
interno. Cuando los rusos tomen los puertos de Mariupol (se entiende ahora
mejor el duro asedio a esta ciudad) y el de Odessa, Ucrania se habrá quedado
sin salida al mar. Además, se ha quedado sin el 70% de los combustibles que
usaba en la producción agrícola: los compraba en Rusia y en Bielorrusia. Sumando
las destrucciones ocasionadas por el conflicto y la movilización de los
hombres, de momento no se podrá contar con las cosechas de Ucrania.
Por su lado,
Rusia el principal productor y exportador mundial, ha optado por el rearme agrícola. Desde 2014, producen más
alimentos, para no depender de Occidente, y poder exportar más. Exportar quiere
decir controlar mercados. Entre las sanciones y la probable opción rusa de usar
el trigo como arma de guerra (optando por no exportar), el precio del trigo se
ha puesto a 400 euros la tonelada. Negocio para los ricos. Francia (sexto
productor mundial) ya ha logrado que se modifique la Política Agracia Común de
la UE, de manera que se ha eliminado la obligación de dejar en barbecho anualmente
el 4% de la tierra dedicada a cereales. La India ha comenzado a posicionarse en
el mercado de trigo, aunque con un producto de baja calidad (pocas proteínas,
muchos agroquímicos). Y claro está, el segundo productor mundial, los Estados
Unidos. De los Estados Unidos decir que a base de ayudar a Haití, enviando
arroz, acabó con la producción local y, de paso, con la soberanía alimentaria
del país antillano.
De la misma manera que la guerra
es consustancial al capitalismo (Wallerstein), lo es su capacidad para
convertir en mercancía y negocio cualquier materia y circunstancia. La carestía
de trigo enriquecerá a algunos productores. Al tiempo que producirá hambre.
Hambre. En Egipto, unos 60 de los
103 millones de habitantes del país sólo comen pan. Pan, sólo pan. 103 millones
de personas. No es de extrañar que al pan en Egipto lo llamen ayche, vida. En Egipto, el régimen es
consciente de que el inicio de las primaveras
árabes poco o nada tuvo que ver con
Twitter y las redes sociales manejadas por jóvenes profesionales inconformistas.
En Egipto la chispa saltó por el precio del pan, después de un año de
movilizaciones de los obreros portuarios de Alejandría. Para los teóricos del
discurso, para los fans de la comunicación política un recordatorio: un
estómago vacío, sobre todo si es el de tu hija o tu hijo tiene mayor capacidad
de movilización. Por eso el gobierno egipcio es el mayor comprador mundial de
trigo (12 millones de toneladas anuales). Con este trigo se elabora el pan
básico en la dieta de la mayoría de la población. Un producto fuertemente
subvencionado y con un estricto control del precio. ¿Qué pasará cuando a
finales del verano se hayan agotado las reservas de trigo? De momento, el
gobierno egipcio ha decidido no comprar trigo francés, al prohibitivo precio
que tiene.
La ONU advierte que vivimos al
borde del colapso del sistema alimentario mundial. El 30% del trigo que se
consume en el África subsahariana procede de Rusia y Ucrania. 1700 millones de
personas, una quinta parte de la población mundial, se verá arrastrada a la
indigencia y el hambre, según la previsión del mismo organismo.
Como dijo M. Gattinara, canciller
de Carlos V, las guerras se saben cuándo empiezan, pero no cuánto duran, cómo
acaban y cuánto cuestan. Quién las paga, me temo que está más que claro.
PS. Dejo un joya, para compensar tan negros augurios. Es una conferencia de Rafael Garrido, prehistoriador de la UCM, en el Museo Arqueológico Nacional. Trata de la revolución neolítica. Buen provecho.
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