domingo, 3 de noviembre de 2019

Reducción del número de ninis


En ocasiones, ante determinados problemas sociales, nos hemos encontrado con que las víctimas han sido culpabilizadas de su situación. Ocurrió, por ejemplo, en los años 80 del siglo pasado, cuando estalló la epidemia del SIDA. Esta enfermedad la padecían, sobre todo, toxicómanos y homosexuales. No faltó quien les responsabilizó de su sufrimiento por sus “vicios”. Incluso hubo quién afirmó, olvidando que Dios es Amor, que el SIDA era fruto de un castigo divino. Dios no castiga, si acaso como hizo Jesús, cura (Mt 8.1-4; Mc 1,40-45; Lc 14,1-6…)

Algo parecido ocurre, en algunos momentos, con las personas desempleados. Quién no ha oído alguna vez eso de “trabajo hay, lo que no quieren es trabajar”, o “quien no trabaja es porque no quiere”. Supongo que los que esto dicen no han padecido la experiencia del desempleo. El desempleo, cuando se transforma en desempleo de larga duración, tiene devastadoras consecuencias sobre la salud física y mental del desempleado, así como para su sistema familiar. Habrá quien no quiera trabajar, pero el número de personas en esta situación seguramente será estadísticamente irrelevante. 

Este discurso culpabilizador del desempleado fue muy común durante la crisis iniciada en 2008. En particular, cuando se refería a los jóvenes que ni estudiaban ni trabajaban (ninis). Nuestro país padeció unas tasas de desempleo juvenil (75% en los menores de 25 años; del 45% entre los 25 y los 30 años) tan altas, que los sociólogos del trabajo hablaron de la singularidad española. A la par se difundió un estereotipo: el de jóvenes que renunciaban a trabajar, no estando tampoco haciendo el esfuerzo de aprovechar la situación de desempleo para formarse. Culpabilizar a la víctima, olvidando el carácter estructural de las altas tasas de desempleo en España, o que muchos de ellos, previamente a la crisis, había abandonado los estudios para trabajar en sectores que demandaban mano de obra con baja cualificación, como la construcción. Para estos, el retorno al aula no era sencillo.

Ahora viene el signo esperanzador. El Informe trimestral de la Economía Española del Banco de España nos informa de que la tasa de actividad de los jóvenes españoles (de 16 a 30 años) se ha reducido sensiblemente desde el comienzo de la crisis en 2007. Ha pasado del 70% al 53% actual. Esto en principio, suena a mala noticia. Pero al parecer los jóvenes están aprovechando los años de crisis no para buscar un trabajo precario o inexistente, sino para formarse. El número de ninis se sitúa en 600.000 personas, mientras que en el peor momento de la crisis, en 2012, hubo 1.7 millones.

Para la economía española es una buena noticia. La bajada de la tasa de actividad entre los jóvenes se verá compensada por los incrementos de la actividad y la productividad de esta generación en el futuro.También los jóvenes que se han incorporado al estudio saldrán beneficiado. Esta comprobado que a mayor formación se corresponden mayores ingresos y trayectorias laborales más largas y seguras. Puede que alguien que deje de estudiar y se incorpore al mercado de trabajo, tendrá ingresos de manera rápida. Pero también es harto probable que su trayectoria laboral se trunque de manera brusca y, por desgracia, irremediable en la mediana edad. 

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