He sido especialmente feliz en varios sitios. En librerías (sobre todo en la cuesta de Moyano) y en bares. Cuando uno dice que ha sido feliz en la librerías,, se corre el riesgo de quedar como un pedante. Pero es cierto: encontrar un libro de Vázquez Montalbán o de Leonardo Sciascia descatalogados es un placer asumible para alguien que tiene un sueldo magro, por poner un adjetivo suave a mi sueldo.
Por otro lado, si uno dice que ha sido especialmente feliz en los bares, pues queda como un beodo. Pero las vivencias no están necesariamente vinculadas al consumo de alcohol o de alimentos fritos en aceites de dudosa calidad y excesivamente reutilizados. La felicidad provenía de compartir la cerveza o el kalimotxo con otras personas. Noches que se alargaban entre el humo, los minis y las conversaciones en un bar llamado La Pepita, en Malasaña, junto con con un grupo de freaks... Proust tenía una magdalena, yo el sabor del kalimotxo y las alitas de pollo. Cutre, pero feliz.
El caso es que en The Economist he leído un artículo titulado Apart, together, sobre tendencias en el consumo en países ricos. Básicamente dice el autor que si bien los indicadores macro, incluido el empleo, han vuelto a sus niveles previos al COVID, el consumo en los pubs y bares no se recupera. Los consumidores en los países ricos se han convertido en ermitaños. Consumen, sí, pero en sus casas, gastándose el dinero en bienes. Bicicletas estáticas, por ejemplo.
A mi me da que no es lo mismo pasar la tarde del sábado montando en bicicleta estática, viendo una serie, que pasarla jugando al risk o al trivial en La Manuela (lo mío son los bares con nombre de mujer, parece ser), con un rendimiento como jugador inversamente proporcional al número de gin tonics y a la hilaridad sobrevenida que el alcohol y la conversación producen. Y, de vez en cuando, el amor. Ya lo decía Gabinete Caligari: no hay como el calor del amor en un bar.
Es posible que si la lectora de estas líneas viva en esta fiesta de la hostelería que es la Comunidad de Madrid, argumente que aquí los bares están atestados. Pues sí, pero algo tiene que ver el fenómeno de la turistificación. Pero ese es otro debate.
Más solos, más aislados. Cambio antropológico. El neoliberalismo avanza victorioso en la lucha final.
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