El 31 de agosto de 2019 falleció Immanuel Wallerstein, autor de una obra monumental: El moderno sistema mundial. Hasta el fallecimiento de Wallerstein, la editorial Siglo XXI había publicado cuatro volúmenes. En una obrita más breve, una especie de síntesis de 100 páginas, El capitalismo histórico, Wallerstein respondía a la cuestión de cuál es el "ADN" del capitalismo: patriarcado, guerra, mercantilización de todo lo existente. depredación... Lo que sigue, lo publiqué en Redes Cristianas:
"Un chascarrillo dice que los economistas pasan la mitad del tiempo
diciendo lo que va a ocurrir, y la otra mitad del tiempo explicando por
qué ha pasado otra cosa diferente a la predicha. A pesar de ello, a los
economistas les gusta creer que su disciplina es similar a la Física, y
que pueden hacer predicciones, de la misma manera que un físico
conociendo el estado inicial de un sistema y las ecuaciones que lo
modelan, puede predecir con un margen de error el estado final de dicho
sistema. Pero la economía no es una ciencia exacta. La supuesta
pretensión cientificista de los economistas, especialmente de los
neoliberales, se sostiene sobre una serie de axiomas que, cuanto menos,
son cuestionables.
A modo de ejemplo, se supone que todos los actores económicos son
racionales y disponen de la misma información y que pueden acceder en
igualdad de condiciones en los mercados. Piense el lector si está en
condiciones de entrar en el negocio bancario, si dispone de la misma
información que Patricia Botín. En cuanto a la racionalidad de los
actores económicos, piensen en el comportamiento de los consumidores en
Navidad o en época de rebajas. La economía es una ciencia, sí, pero
social. Y detrás de ella hay supuestos ideológicos más que fundamentos
matemáticos.
Dicho esto, el modelo económico hegemónico, el capitalismo,
tiene una serie de rasgos, una suerte de código genético que si nos
permitirá hacer un vaticinio de hacia se dirige la economía. El
capitalismo es un sistema social histórico cuyo rasgo identitario
nuclear es el de acumular capital que será invertido, a su vez, para
poder acumular más capital. Cualquier otra consideración, de tipo ético o
moral, es secundaria. El objetivo es acumular capital, por encima de
las personas o del medioambiente, por ejemplo. El capitalismo nos lleva
a la destrucción del planeta. Sin más.
Un segundo rasgo identitario del capitalismo es la
mercantilización de la realidad. Se extiende la mercantilización a todo:
desde los bienes comunes y los recursos naturales, a las relaciones
humanas, pasando por la sexualidad y propia reproducción humana. Que
haya quien proponga que existan vientres de alquiler no es más que la
expresión lógica del código genético del capitalismo. El capitalismo nos
aboca al desastre ambiental, pero también a un nefasto cambio
antropológico en el que la gratuidad, la fraternidad, el altruismo… no
tienen cabida.
Pero además, esta tendencia genética del capitalismo a
mercantilizar todo lo existente, va acompañado de otro rasgo
identitario: la producción jerarquiza las actividades humanas en útiles o
no, según generen capital o no. Eso explica que las tareas de cuidado,
las labores de reproducción de la mano de obra, sin las cuales no habría
obreros disponibles para trabajar, no han tenido históricamente ningún
valor. Y, en consecuencia, el rol secundario de la mujer.
En una Europa sumergida en el invierno demográfico, el
capitalismo necesitado de mano de obra hará que las mujeres vuelvan a
su rol de madres, al tiempo que la disminución de la tasa de la
población activa `provocada por este hecho, se suplirá con jornadas
laborales más extensas. Es lo que está ocurriendo en Hungría. El
capitalismo nos lleva al desastre ecológico, a un cambio antropológico y
a más explotación y a más patriarcado.
En paralelo de la expansión de la esfera productiva, desde los
propios orígenes del sistema capitalista en el siglo XVI, en busca de
mano de obra y de recursos naturales, conocía una expansión geográfica.
Este proceso de expansión determinó una jerarquización del espacio
geográfico, existiendo un centro superior jerárquicamente, y una
periferia subalterna ajena a los procesos decisorios. Basta marcar la
trayectoria que sigue cualquier materia prima (café, coltan, soja…)
desde el lugar en el que se produce hasta el lugar en el que se consume
para conocer donde se ubica el centro y la periferia.
La tendencia genética del capitalismo es que cada se acumule
más en el centro y que éste sea más y más reducido. El centro será más
rico a costa de una periferia empobrecida: acumulación por desposesión,
citando a David Harvey. Pero ninguno de los centros, reales o
potenciales, quiere dejar de serlo para pasar a ser periferia. Las
tensiones entre China y Estados Unidos evidencian esta afirmación. El
capitalismo va inexorablemente unido al uso de la fuerza. Todos los
procesos de colonización acaecidos desde el siglo XVI así lo ponen de
manifiesto. El colono siempre iba precedido del soldado. Cojamos
cualquier conflicto bélico actual, desde Siria a Yemen, pasando por
Congo, y tendremos una explicación económica detrás. El capitalismo nos
lleva al desastre ecológico, a un cambio antropológico, a más
explotación, a más patriarcado, a más desigualdad y a más guerras.
El último rasgo genético del capitalismo que aquí recogemos
es el carácter cíclico de sus crisis. Que el capitalismo padece
periódicamente crisis es un hecho demostrado por Mandel y otros muchos
autores. Marx nos enseñó que el sistema capitalista, formando parte de
su código genético, tiene una serie de contradicciones que provocan
crisis y que le llevarán a un colapso final. Sumando a este hecho a
carácter cada vez más financiero y menos vinculado a la producción real
de bienes y servicios, se puede vaticinar que las crisis serán más
imprevisibles, al depender de un mercado tan volátil como el financiero,
y con consecuencias más hondas.
En definitiva, la economía capitalista se dirige y nos lleva
al desastre ecológico, a un cambio antropológico, a más explotación, a
más patriarcado, a más desigualdad, a más guerras y a crisis más
imprevisibles y de calado más hondo".
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