Nunca he entendido cómo las mariquitas (familia de
insectos coleópteros, como los escarabajos) se han convertido en un animalito
entreñable suceptiible de convertirse, por ejemplo, en un peluche. Porque lo
cierto es que la mariquita es, a su escala, algo así como el superdepredador
que es el león en la sabana africana: sobre una rama de una acelga, la
mariquita se desplaza despedazando e ingeriendo pulgones a troche y moche.
Una mariquita sobre un ejemplar de manzanilla. Huerto Comunitario San Juan de Ávila. |
En el pasado (¿pasado?), otros animales, como el lobos
o los zorros, eran considerados alimañas. Causaban daños en el ganado o en la
caza o, simplemente, eran víctimas de miedos atávicos. Claro está, el
exterminio de los depredadores tenían sus consecuencias ecológicas. Dejamos a
la lectora que hile cómo la desaparición del lobo tuvo un impacto negativo
sobre las poblaciones de los herbívoros de los que se alimentaba. Paradójico
pero cierto.
Claro, los depredadores tienen su función biológica.
Si no hay depredador, las especies de las que se alimentan se reproducen sin
ese límite. Por ejemplo, sin mariquitas, los pulgones se hacen dueños y señores
de las acelgas. Y las acelgas con
pulgones, ya de por si poco agraciadas culinariamente, pierden mucho.
Los ecosistemas, por tanto, cuentan con sistemas
reguladores. Por ejemplo, el equilibrio de la cadena trófica.
Esto no parecen saberlo los neoliberales.
En la introducción a El libro de los seres
imaginarios, J.L. Borges y M. Guerrero dicen que el título "justificaría
la inclusión del príncipe Hamlet, del punto, de la línea, de la superficie, del
hipercubo, de todas las palabras genéricas y, tal vez, de cada uno de nosotros
y de la divinidad". Me tomo la licencia de incluir a otro ser
imaginario, muy querido por los neoliberales. Se trata de la mano invisible
que regula, supuestamente, el mercado. Una idea de Adam Smith. Decía el
escocés:
"Los ricos sólo seleccionan del montón lo más
preciado y agradable. Ellos consumen apenas más que los pobres, y a pesar de su
natural egoísmo y avaricia, aunque sólo buscan su propia conveniencia, aunque
el único fin que se proponen es la satisfacción de sus propios vanos e
insaciables deseos, comparten con los pobres el fruto de todos sus progresos.
Son conducidos por una mano invisible a realizar casi la misma distribución de
las cosas necesarias para la vida que habría tenido lugar si la tierra hubiera
estado repartida en porciones iguales entre todos sus habitantes, y entonces
sin pretenderlo, sin saberlo, promueven el interés de la sociedad y aportan
medios para la multiplicación de la especie" (Teoría de los sentiminentos
morales, 1759)
Por tanto, no es necesaria la regulación de los
mercados ni la intervención pública en los mismos para corregir los efectos no
deseados creados por la economía. La mano invisible regula la economía,
regula los mercados, creando el mejor de los mundos económicos posible. Ya les
gustaría a los neoliberales que eso fuera así.
Marx ya habló de las crisis del sistema capitalista.
Hay quien cuestiona que tuviera una teoría coherente sobre las crisis del
sistema capitalista, en parte por carecer de estadísticas económicas fiables.
Posteriormente Kondratieff, Schumpeter y Mandel estudiaron las crisis del
sistema capitalista llegando a la conclusión de que son consultanciales al
mismo y tienen un carácter cíclico. El siguiente gráfico muestra los llamados
ciclos de Kondrotieff, que muetran los períodos de expansion y crisis
capitalista desde el siglo comienzos del siglo XIX:
"Estos ciclos han implicado fluctuaciones de tal significación y regularidad que es dfícil no creer que son intrínsecas al funcionamiento del sistema. Lo que parece haber sucedido cada cincuenta años aproximadamente es que, daso los esfuerzos de un número cada vez mayor de empresarios por hacerse con los puntos más rentales de las cadenas de mercancías, se producían tales desproporciones en las invesiones que nosotros hablablamo de superproducción. La única solución a estas desproporciones era una conmoción en el sistema productivo que diera como resultado una distribución más equitativa. Eto suena lógico y simple, pero sus consecuencias hansido siempre masivas [...] Eso suponía la eliminación tanto de algunos empresarios como de algunos trabajadores".
Dicho esto, si sabemos que las crisis forman parte del ADN del sistema capitalista y se amoldan a unos ciclos periódicos, con las consecuencias que todas conocemos y padecemos, quizás no sea una buena idea dejar que un ente imaginario gestione las decisiones económicas. Quizás hagan faltan mariquitas en el sistema.
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